Las luces de tus intermitentes parpadean. Estacionamiento en doble fila, enfrente de la puerta de mi casa. La luz de mi cafetera se enciende y apaga de manera rítmica, indicándome que el café está listo. Lo preparo de manera mecánica cada mañana, me gusta que el olor impregne todos los rincones de la casa aunque nunca lo pruebo apenas. Excepto hoy, que sirvo dos tazas grandes y humeantes y las sitúo una enfrente de la otra sobre la mesa de la cocina. Se me escapa la vista a la esquina donde, apoyado sobre una silla, mi móvil emite pequeños destellos de luz que indican que se está cargando. Pienso en ir a mirarlo pero, en vez de eso, me siento frente a mi café: sé que no hay llamadas perdidas, pero finjo que aún conservo la esperanza de que lleguen. -Siempre fuiste tan despistada
Seguro que te dejaste el cargador por aquí y ahora andas como loca buscando una cabina le digo a la otra taza mientras saboreo la mía.- Ayer vino Pili a verme, le hubiese gustado que estuvieses aquí, s...