Un millón de veces

Y sigo buscando sombras y mirando a contraluz. Y sigo llorando a solas y escondiéndome de la luz. Y desarrollo mi olfato a base de sueños. Y cuando miro a los ojos sólo veo cuentos.

Quién dirá adiós sin despedirse y llorará sin lágrimas y pedirá sin boca. Quién podrá volver con cada suspiro y renacer en una mirada y morir latido a latido. Por qué se pondrán dudas en labios sin palabras. Por qué sentirán miedo los muertos, por qué se arrepentirán sus almas. Qué puede ser grande de tan pequeño, qué puede comprarse y no venderse, qué no se regala. Qué es una vida comparada con un segundo, qué es una parada, qué es un camino. Para qué las respuestas y para qué la vida. Con qué sueñas. Con qué respiras.

Y fue tan evocador..   tan triste y tan sencillo,  acariciar tu piel, que ahora  sólo puedo sentirte por todas partes,  olerte en cada esquina.

Las luces de tus intermitentes parpadean. Estacionamiento en doble fila, enfrente de la puerta de mi casa. La luz de mi cafetera se enciende y apaga de manera rítmica, indicándome que el café está listo. Lo preparo de manera mecánica cada mañana, me gusta que el olor impregne todos los rincones de la casa aunque nunca lo pruebo apenas. Excepto hoy, que sirvo dos tazas grandes y humeantes y las sitúo una enfrente de la otra sobre la mesa de la cocina. Se me escapa la vista a la esquina donde, apoyado sobre una silla, mi móvil emite pequeños destellos de luz que indican que se está cargando. Pienso en ir a mirarlo pero, en vez de eso, me siento frente a mi café: sé que no hay llamadas perdidas, pero finjo que aún conservo la esperanza de que lleguen. -“Siempre fuiste tan despistada… Seguro que te dejaste el cargador por aquí y ahora andas como loca buscando una cabina “ – le digo a la otra taza mientras saboreo la mía.- “Ayer vino Pili a verme, le hubiese gustado que estuvieses aquí, s

Hoy quiero renunciar a las facilidades que nos vienen y nos van. Las que nos evitan todas aquellas molestias que hacían que la vida mereciese la pena. Las que le daban valor a lo conseguido. Hoy quiero renunciar a todo lo que no me cueste otra renuncia, lo que no me suponga luchar, lo que no me enseñe nada nuevo. Hoy renuncio a la rutina que nos abraza poco a poco como un novio celoso, que nos guía a ciegas y sin emoción. La que no nos impone pero crea esa inútil e irrecusable zona de confort.

Todo cambia, evoluciona y supongo que lo peor es cambiar uno mismo.  No tienes a quién culpar, no quieres volver a quien eras pero tampoco encuentras lugar aquí. No sé y esa es la peor sensación para mí. Igual imaginas la vuelta distinta, idealizada de alguna forma,  dicen que sin expectativas no hay decepción.  ¿O será que todos hemos cambiado, que nos importamos menos, que ya no queda nada común,  que es sólo un mantener lo que quedaba por un recuerdo de algo que ya no existe? No es agradable, menos aún pensarlo. Igual soy injusta. Igual son sentimientos desproporcionados. Es curioso, siento que cuanto más mía soy,  cuanto más consciente de dónde estoy y cómo quiero que sea todo me siento; más me pierdo. No en el sentido de estar perdida, sino de perderme como quien pierde un papel o un sacapuntas.  Quien olvidó en la biblioteca los apuntes del examen de mañana  o se dejó una pregunta en blanco sin saberlo. Como si nunca hubiese estado en ningún lugar, como a