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Perfecta libertad

Exhausto y triste por la llegada de la vacía noche. Tras el largo día de fingida perfección y perfecta pose, de ganas de sentarse sin poder doblar las rodillas, de dejar de sonreír sin poder hacerlo; al fin solo. Pero, qué era él sino lo que los demás veían. ¡Bien cambiaría su perfección de maniquí por la imperfección humana de quienes lo admiraban tras el escaparate! Ellos sí eran libres, ¿no?

Nunca

– Tranquila, no me marcharé nunca. Fueron sus últimas palabras.

Eterno

Se prometieron amor eterno y desnudaron sus cuerpos rápidamente.  Como habrían hecho con cualquier otro

Una mujer cualquiera

Vívete despacio se decía cada mañana. Pero no es fácil en una profesión como la suya, donde todo sucede tan deprisa. Se quitaba las gafas y se ponía lentillas tras lavarse la cara cada mañana, a ella al menos le daba la sensación de que eso cambiaba su aspecto por completo. Gomina en el pelo, bien tirante hacia detrás, sí, sin duda eso le daba un aspecto mucho más duro. Justo lo que le hacía falta. Odiaba tener que vestir de esa forma, le gustaría ponerse lo que le apeteciese; especialmente una indumentaria ancha y cómoda. Pero qué vamos a hacerle, son normas profesionales. Se enfundó el ajustadísimo traje, mirándose al espejo: quizá he ganado algo de peso, espero que nadie se dé cuenta. Pasaré el día metiendo barriga . Y así, sin más, terminó de colocarse el traje de Superhéroe y salió a salvar el mundo un día más.

Volar

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-           -  No, definitivamente no voy intentarlo. No puedo volar Nunca me he considerado una loca ni tampoco la más prudente del mundo, no me malinterpretéis. Pero hacía tiempo que había empezado a pensarlo, digamos que había sentido esa necesidad como de… volar. Cada mañana al despertar pienso en ello; en la sensación de dejar de sentir la pesadez de nuestro cuerpo que nos arrastra hacia el suelo, hacia lo mundano. Cada día las mismas vistas, mismas caras, mismos coches y mismos árboles. Cada día los mismos sonidos. Por un lado puede parecer una posición cómoda, he llegado a pensar que incluso la más cómoda, ¿qué necesidad tenemos realmente de volar? Puedo limitarme, e incluso acostumbrarme, a esta vida, supongo: moverme andando, qué más da si tardo más en llegar. Despacio, pisando siempre suelo firme, sin riesgos. Al final, salir de nuestra zona de confort no es tan importante, ¿no? Quiero decir, yo ya sé andar, puedo llegar a cualquier parte, ¿qué necesidad te

Se nos acaban las lunas iguales

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Y si se nos acaban las noches y resbalan las lunas que pasan a ser distintas en cada ojo y cada lugar. Llenamos las fronteras de humanos, a los humanos de vallas y la tierra sin poblar. Vemos las diferencias por encima de las personas. Digitalizamos nuestras creencias, no emprendemos por encima del sofá. Nos sujetamos con congoja tan fuerte a lo que conocemos que nos impide ver y escuchar. Y qué será de las personas sin personas, del mundo si no nos podemos mirar. Qué será de las opiniones sin diferencias de lo que nos une, sin una luna similar. Qué derecho vive encima de la vida. Por qué una vida importa más.

El amor

Y no esperes que cada noche,  cruce volando tu ventana. No esperes que te busque, que me deshaga en palabras. Para mí el amor no es eso. Para mí es buscarnos tanto que no haya lugar para perderse. Es tener las ventanas abiertas de par en par y las alas siempre en vuelo. Es sorprenderme cada día de cuán afortunados somos.

Camilo

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El sol parecía cansado de soportar su intenso trabajo allí arriba. Una sutil y grisácea nube se deslizaba rápidamente para otorgarle un más que merecido descanso. Efectivamente, en pocos minutos los “ qué día de sol ” se convirtieron en “¿ has cogido paraguas ?” y, en pocos minutos, una fina lluvia que contrastaba con la elevada temperatura de la ciudad, se dejaba caer ante los ojos incrédulos de los viandantes que, algo ajetreados, aligeraban el paso. La primera gota cayó en las gafas de Eva sacándola súbitamente del ensimismamiento en el que se encontraba. Sentada sobre uno de los pocos bancos con respaldo del parque, se dio cuenta que había desaparecido la mayoría de gente que unos minutos atrás la rodeaban; sobre todo adolescentes ociosos durante esos meses de verano, que gritaban más de lo necesario, se perseguían unos a otros en una especie de juego cargado de insultos y posteriores abrazos, y todo ello mientras comían golosinas de colores demasiado chillones para ser sa

Muy mujer

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Nunca he considerado que estuviese perdida, tampoco hallada, supongo. Como si fuese necesario perderse para luego encontrarse. No me he visualizado como alguien arrolladoramente creativa ni sumisamente expectante. Quizá simplemente inteligente y con capacidad de análisis. Sobre todo, curiosa hacia cualquier cosa que pueda aprender. Jamás he reducido mi vida a la superficialidad del poseer o satisfacer los estrictos márgenes estéticos que se nos imponen continuamente como la única posible vía visual de ser atractiva. A veces me depilo y otras no. En ocasiones, maquillo mi rostro con cuidado y multitud de productos que me aportan colores no naturales pero supuestamente favorecedores en el rostro y, normalmente, me conformo con un buen lavado de cara para salir a la calle. Siempre soy bella. Nunca pierdo mi esencia Me hacen daño los tacones cuando los utilizo porque así estoy más elegante y atractiva, según pienso aunque no sé muy bien por qué. A veces también me mole
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Se limitaba a andar. A forzar los finales tristes.  A desenterrar pesadillas.  A no aplicar sus propios consejos. A volar. Y despertaba cada día pensando en el tormento de tener que volver a abrir los ojos, al tormento de otro puñado de horas inútiles que tendría que vivir como si realmente le interesara algo la vida de pared, de fría y dura pared blanca. Como si soñase con algo más que soñar.

Formas de hacer las cosas

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Supongo que siempre hay formas de hacer las cosas. Hacerlas como si nunca fuesen a repetirse, como si tu vida dependiese de ello Hacerlas con saña y con conciencia, apreciando cada detalle, apreciando el paso y el ritmo. Y también claro, a lo loco y a sabiendas de los errores que se cometen, como si nada fuese tan importante para pararse un rato, como una huida hacia delante. Y quizá esto puede aplicarse a todo, a escritos, a concursos, a dibujos y abrazos. A amores, a soñar despiertos y a amigos. A personas, sí, sobre todo a personas. Supongo que en muchas ocasiones lo importante es la patada y el empujón adelante que supone. Supongo que otras es el sabor que deja en la boca los momentos que saboreaste. Y muchas da igual, no tomamos decisiones y no nos paramos. No huimos y no saboreamos, sólo continuamos. No apreciamos coste de oportunidad, ni derrotas ni victorias. Simplemente no vemos las distintas formas de hacer las cosas.