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Mostrando entradas de noviembre, 2012
Andar y desandarse. Así es como volvió Julia esa mañana a su casa. Como si nunca se hubiese ido. Esa horrible familiaridad de objetos delicadamente desordenados por todas partes y cuya ubicación conocía al dedillo. Ese montón de ropa apilada que ella había construido. Esas plantas que ella misma regaba a diario. Esa horrible familiaridad de su vida, de ese apartamento que mirado como si fuese el de un extraño le resultaba tan abrumadoramente familiar que le provocaban nauseas. Como cuando no te soportas a ti misma. Como cuando no soportas todo lo que los demás no saben de ti. En ese preciso momento en que odias que nadie sepa como realmente eres y, eso mismo, te justifica no mostrarte a nadie más. Ese momento de soledad. Ese sentimiento de soledad. Esos objetos colocados recordándote lo solo que te encuentras y que no sabes salir de esa mierda. Ese apartamento. Tan normal que casi te engaña. Tan absurdamente vulgar, con ese desorden ordenado, con esa ropa cualquiera, con e
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Mierda, tengo una noche que las palabras me salen por las venas. Tengo una noche que me apetece acurrucarme a la sombra de un soneto y dormirme entre poemas. Que me apetece robar una palabra y regalar una rima. Que me apetece quitarme los miedos y los surcos, las espinas incrustradas y todo lo que nunca cuento. Me apetece morir y renacer de nuevo. Darlo todo, quedarme sin nada. Arriesgar. Escribir.
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Planchar las arrugas que quedan en nuestra piel. Recogerse el pelo. Quitarse el sombrero. Maquillarse las ojeras y las desdichas. Doblar la esquina y los recuerdos. Cegarse, No volver. Y volver. Ese momento cuando sabes que está haciendo algo más pero sin embargo quieres hacerlo. Cuando te cansas de esperar. Cuando te cansas de dudar. Cuando no entiendes por que todo el mundo parece tenerlo todo resuelto, cuando no entiendes por qué no lo entiendes. Las cosas ocurren. Se va la luna y queda noche... pero cuando se va el sol no queda nada. Y plancharte despacio. Sin prisa pero sin pausa. Sabiendo que volverás a arrugarte entre tanta humedad, entre tantas lágrimas que nunca llegaron a ver la luz. Pero esta vez no te pierdes, no. Algo es algo, piensas, por lo menos me he encontrado.... Y te sigues planchando.