Tan llenos de imperfecciones tan ausentes tan vacíos tan resignados a la nada tan inmunes al frío. Y después de la nada y del calor de la ausencia y las banderas después de lo que nos queda los todos cubiertos de esperas. Antes de irnos y como si nunca fuésemos a marcharnos iluminamos lo que nunca vimos silenciamos lo que siempre escuchamos. Y sí, al final, siempre andamos.
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La mitad
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Hacemos y deshacemos nuestras intensidades. Los siempre y los nunca nos amordazan de tal forma a nuestras realidades y maneras de sentir que no podemos utilizarnos en vano y, sin embargo, otra veces no podemos más que gritarlos. De cualquier forma, con más o menos temores, escudos, balanzas que compensar y farrogosos caminos cruzados que encontremos, siempre pienso que al final, lo que todos buscamos no es más que desnudarnos sin miedo a que otros ojos acaricien nuestras cicatrices e imperfecciones más profundas. Basta ya de fantasmas y De desventuras ilusionadas. Basta ya de batallones rendidos Y de balas derretidas. Basta ya de caretas Sobre caras encendidas. Que basten ya las penas De soledades escondidas. Que vuelva la luz del ocaso E ilumine un alma perdida, Que vuele, Que ría, Que sufra. Perdida. Pero llena. Y camuflarme desnuda Tras el junco invisible, Impenetrable, Misterioso e insondable de tu mirada...