La mitad


Hacemos y deshacemos nuestras intensidades. Los siempre y los nunca nos amordazan de tal forma a nuestras realidades y maneras de sentir que no podemos utilizarnos en vano y, sin embargo, otra veces no podemos más que gritarlos. 
De cualquier forma, con más o menos temores, escudos, balanzas que compensar y farrogosos caminos cruzados que encontremos, siempre pienso que al final, lo que todos buscamos no es más que desnudarnos sin miedo a que otros ojos acaricien nuestras cicatrices e imperfecciones más profundas. 


Basta ya de fantasmas y

De desventuras ilusionadas.
Basta ya de batallones rendidos
Y de balas derretidas.
Basta ya de caretas 
Sobre caras encendidas.
Que basten ya las penas 
De soledades escondidas.
Que vuelva la luz del ocaso
E ilumine un alma perdida,
Que vuele,
Que ría, 
Que sufra.
Perdida. Pero llena.
Y camuflarme desnuda
Tras el junco invisible,
Impenetrable,
Misterioso e insondable de tu mirada.
Y deshacerme en espuma,
En sol,
En brillo,
En dolor, amargura; 
Pero no soledad,
Con sólo mirarte.

Perdóname si miro para otro lado,
Lo siento, si quieres verme.
No busques cuentos más amargos
Ni encargues disfraces del pasado.
Llora ahora o llora nunca, 
Vuelve ahora o hazlo siempre,
Coloca tus ruinas junto a las mías
Y levanta un velo intangible 
e invisible
De soledades compartidas.

Nunca,
Nunca,
Nunca olvides que nadie te querrá en toda su vida
La mitad de lo que te amo yo en un segundo.

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