Camilo
El sol parecía cansado de soportar su intenso trabajo allí arriba. Una sutil y grisácea nube se deslizaba rápidamente para otorgarle un más que merecido descanso. Efectivamente, en pocos minutos los “ qué día de sol ” se convirtieron en “¿ has cogido paraguas ?” y, en pocos minutos, una fina lluvia que contrastaba con la elevada temperatura de la ciudad, se dejaba caer ante los ojos incrédulos de los viandantes que, algo ajetreados, aligeraban el paso. La primera gota cayó en las gafas de Eva sacándola súbitamente del ensimismamiento en el que se encontraba. Sentada sobre uno de los pocos bancos con respaldo del parque, se dio cuenta que había desaparecido la mayoría de gente que unos minutos atrás la rodeaban; sobre todo adolescentes ociosos durante esos meses de verano, que gritaban más de lo necesario, se perseguían unos a otros en una especie de juego cargado de insultos y posteriores abrazos, y todo ello mientras comían golosinas de colores demasiado chillones para ser sa...