Muy mujer
Nunca he considerado que
estuviese perdida, tampoco hallada, supongo. Como si fuese necesario perderse
para luego encontrarse.
No me he visualizado como alguien
arrolladoramente creativa ni sumisamente expectante. Quizá simplemente inteligente
y con capacidad de análisis. Sobre todo, curiosa hacia cualquier cosa que pueda
aprender.
Jamás he reducido mi vida a la
superficialidad del poseer o satisfacer los estrictos márgenes estéticos que se
nos imponen continuamente como la única posible vía visual de ser atractiva.
A veces me depilo y otras no. En
ocasiones, maquillo mi rostro con cuidado y multitud de productos que me
aportan colores no naturales pero supuestamente favorecedores en el rostro y,
normalmente, me conformo con un buen lavado de cara para salir a la calle.
Siempre soy bella. Nunca pierdo mi esencia
Me hacen daño los tacones cuando
los utilizo porque así estoy más elegante y atractiva, según pienso aunque no
sé muy bien por qué. A veces también me molestan las deportivas, después de
horas sin cansarme de descubrir lugares.
Me gustan las películas de Batman
y no porque salga ningún hombre atractivo. Me aburren las revistas de moda y no
suelo estar completamente segura de si lo que me pongo pega o es la tendencia
del momento.
Llego tarde constantemente, y más
a menudo por terminar el capítulo de un libro que por arreglarme.
Sin embargo, consulto el
diccionario, rogando ayuda para escribir este relato, y no hace más que
desconcertarme: Mujer. Según la RAE, tercera acepción:
“3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. ¡Esa sí que es una mujer! U.
t. c. adj. Muy mujer.”
Y, me pregunto, cuáles son las
cualidades femeninas por excelencia y si están en mi definición.
Y me doy cuenta de esa forma tan
absurda e innecesaria que tenemos de encerrarnos en definiciones. Y de juzgarnos según somos y ser según nos juzgan.
Fdo: Muy mujer
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