Una mujer cualquiera
Vívete despacio se decía cada mañana. Pero no es fácil en una
profesión como la suya, donde todo sucede tan deprisa.
Se quitaba las gafas y se ponía
lentillas tras lavarse la cara cada mañana, a ella al menos le daba la
sensación de que eso cambiaba su aspecto por completo. Gomina en el pelo, bien
tirante hacia detrás, sí, sin duda eso le daba un aspecto mucho más duro. Justo
lo que le hacía falta.
Odiaba tener que vestir de esa
forma, le gustaría ponerse lo que le apeteciese; especialmente una indumentaria
ancha y cómoda. Pero qué vamos a hacerle, son normas profesionales. Se enfundó
el ajustadísimo traje, mirándose al espejo: quizá
he ganado algo de peso, espero que nadie se dé cuenta. Pasaré el día metiendo
barriga.
Y así, sin más, terminó de
colocarse el traje de Superhéroe y salió a salvar el mundo un día más.
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