Volar


-          - No, definitivamente no voy intentarlo. No puedo volar

Nunca me he considerado una loca ni tampoco la más prudente del mundo, no me malinterpretéis. Pero hacía tiempo que había empezado a pensarlo, digamos que había sentido esa necesidad como de… volar.

Cada mañana al despertar pienso en ello; en la sensación de dejar de sentir la pesadez de nuestro cuerpo que nos arrastra hacia el suelo, hacia lo mundano. Cada día las mismas vistas, mismas caras, mismos coches y mismos árboles. Cada día los mismos sonidos.

Por un lado puede parecer una posición cómoda, he llegado a pensar que incluso la más cómoda, ¿qué necesidad tenemos realmente de volar? Puedo limitarme, e incluso acostumbrarme, a esta vida, supongo: moverme andando, qué más da si tardo más en llegar. Despacio, pisando siempre suelo firme, sin riesgos.

Al final, salir de nuestra zona de confort no es tan importante, ¿no? Quiero decir, yo ya sé andar, puedo llegar a cualquier parte, ¿qué necesidad tengo de complicarme más? Si uno se encuentra bien, se siente activo y no tiene más problema, igual no hay necesidad de enfrentarse a volar.
Claro, que también puede salir bien. Ya sabéis, descubrir algo que no esperabas. ¿Y si me estoy perdiendo algo maravilloso? No sé, el aire fresco en la cara, la emoción de ver el mundo desde arriba, la trepidante sensación de libertad…

Es demasiado complicado, a veces todo parece una cuestión de decisiones que se agolpan en la cabeza. Me siento incapaz de baremar los pros y contras y pierdo la perspectiva de si merece o no la pena el riesgo, es como que me bloqueo, ¿os ha pasado?

-          - ¿Cómo que no puedes? ¡Si eres una golondrina!

Y notó en su espalda que el ala de su hermana la empujaba súbitamente hasta deslizar sus patas de la ramita en que se apoyaba.

Y cayó.


Y voló.


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