La mar



Todo aplacado. Todo en calma.
La tormenta ha pasado. O quizá no, quizá sólo se haya calmado para retomar fuerzas y volver con más intensidad.
Pero da igual y él lo había entendido sin necesidad de explicación, de turbias o abundantes palabras, de estúpidas prohibiciones. Pero también sin secretos.
Era el momento, lo sabía.

Paseó hasta la playa, aún sabiendo lo arriesgado que era no hacer ese trayecto corriendo, pues, en cualquier momento podía regresar... Tardó poco más de cinco minutos en llegar hasta la orilla.
Se quitó la camiseta y notó el aire frío. Se quitó también el pantalón, quedándose sólo con un bañador rojo oscuro, desgastado por el tiempo, y la piel de gallina. Se metió en el agua. Estaba caliente en comparación con la temperatura exterior así que rápidamente se adentró en el mar un par de metros, hasta donde apenas hacía pie, y se estiró, dejándose llevar por el mar totalmente calmado y plácido que se extendía ante él. Cerró los ojos, aunque ni siquiera había salido el sol, y sonrió dejando entrever sus dientes.
Nadie sabe cuánto tiempo estuvo así. Tampoco a nadie le interesó saberlo, nadie preguntó y, lo más probable, es que nadie hubiese sabido la respuesta, lo único que todos saben es que, de repente, un violento sonido desgarró la tranquilidad que, como una niebla espesa, se había apoderado del lugar y, entonces, él comprendió que había vuelto: que nunca se había ido, ni siquiera se había ocultado, tan solo había sido él quien había cerrado los ojos ante lo que había preferido no ver.

Pero ya no había marcha atrás. Sonrió aún más ante lo trágico pero esperado de su destino, y, sin más, la primera ola lo cubrió por completo y lo tambaleó, y le hizo sentir miedo y llorar ante una sumisión imposible de rechazar.
Y lo arrastró mar adentro, hasta donde los ojos humanos no pueden observar, donde no hay luces ni sombras, ni secretos ni mentiras, y, por no haber, no hay ni siquiera verdades; solo susurros del viento que, a veces, se confunden con el ligero murmuro del mar... de un mar siempre en calma.


Nunca encontraron el cadáver. Nunca volvieron a verlo. Nunca preguntaron.
Parecía que nunca hubiese vivido...

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