Vete

Hoy, por favor, vete.
He pedido tantas veces que te quedes, tantas veces lo he deseado e incluso dicho, que quizá te resulte extraña la petición que te hago hoy; pero sí, por favor, márchate.
Necesito que me dejes, porque yo no soy capaz de hacerlo sola. Que te vayas, simplemente, y me dejes ser quien soy, sin dependencias ni decepciones, sin pedir los restos de los momentos que te sobran, sin pedir nada.
Necesito que te marches, porque yo no sé hacerlo; así de absurda e inútil puedo llegar a ser, ya ves, destrozando toda la racionalidad de las teorías y los debe que yo siempre pronunciaba.
Vete. Corre. Por favor, déjame atrás y déjame seguir a mí hacia delante. Quítame las cadenas que yo me impuse, las que también a ti te pesaban. Quítame la espera y la esperanza de lo que nunca ha pasado, de lo que nunca he tenido, de lo que nunca has querido darme. Llévatelo contigo.
Huye de mí, déjame dejar de ser la opción segura y nunca elegida; la no luchada, adquirida. Déjame verte marchar y que me duela. Y también que me cure y que me salve. Dime adiós, porque yo no soy capaz de pronunciarlo.

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